
Crònica de l’adeu

‘En el record encara’, presentació del meu darrer dietari

PAQUI ARENAS
“Recordar es revivir y recordar a quienes se han ido es mantenerlos vivos. Los recuerdos son el legado más hermoso que nos dejan quienes amamos puesto que nos guían e influyen positivamente en nuestro camino. Al disfrutar de ellos sentimos que revivimos y la presencia del ser querido sigue acompañándonos. ”
Este tipo de frases suelen resonar en los oídos de aquellos que sufren la pérdida de un ser querido y son una parte esencial de las ceremonias de despedida de los difuntos. Desde tiempos ancestrales, estas ceremonias han sido fundamentales para ayudar a sobrellevar el dolor de la pérdida. Nos invitan a pensar en el difunto, a recordar su vida, a reparar en los hechos acontecidos antes de su muerte, a concretar y gestionar el legado que deja, así como a valorar y comprender las enseñanzas recibidas o el amor compartido.
Más allá de todo esto, los homenajes póstumos y su preparación tienen el valor de transformar el sufrimiento de la soledad en una atmósfera cálida donde los allegados sienten que el difunto “descansa en paz”, ya que han podido despedirlo de la mejor forma posible. Hay muchas maneras de hacer ceremonias y homenajes de despedida, depende de muchos factores elegir una u otra. Lo importante es que estas ceremonias existen pues sin ellas el dolor puede convertirse en algo que se arrastra y puede afectar incluso a futuras generaciones.
Recientemente participé en un acto de memoria histórica en el que la familia rendía un homenaje póstumo a Vicente Cantero Martínez, un exiliado en Francia. Este acto estuvo marcado por la “reconciliación” con el dolor vivido y por la gratitud de poder cerrar un ciclo con dignidad. Tuve el honor de acompañar a la familia en algunas acciones para restaurar la dignidad de Vicente, quien, a través de su activismo social, defendió a los campesinos de su región y se enfrentó al golpe de estado a la República Española del General Franco en 1936.
Vicente fue un hombre de convicciones firmes, un hombre comprometido con su comunidad. Lo hizo desde el sindicalismo en busca de un modelo social más justo. Fue alcalde de su pueblo, Alguazas (Murcia), y luchó en el en el Frente Popular. Sufrió prisión y vejaciones por sus ideales. La noche del 29 de mayo de 1940 emprendió la huida desde la cárcel de Mula (Murcia) para salvarse de una muerte a la que fue condenado en uno de los miles de juicios sumarísimos que se celebraron al finalizar la Guerra Civil española.
Anduvo por caminos difíciles, pasando hambre, frío, desaliento, tristeza, miedo y mucha pena por dejar atrás a su esposa, también maltratada, y a su hermano, activista y fiel “escudero”. A Vicente le acompañó una aflicción constante por dejar atrás a los amigos y compañeros que perdieron cuanto tenían y hasta la vida por defender la libertad. Después de casi tres meses de penurias angustiosas y en la soledad más absoluta llegó el 15 de agosto a Andorra primero y luego a Francia, donde vivió hasta su muerte en Roquevaire (1-2-91), en cuyo cementerio descansa junto a su esposa María y donde, como epitafio les acompaña una bandera republicana esculpida en la losa. Vicente, como muchos exiliados, no abandonó el activismo ni la esperanza de que la dictadura franquista terminaría.
El reconocimiento y la memoria de personas como Vicente son fundamentales para muchas familias. Suscribo la ceremonia del “Día de Recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe de Estado militar de 1936, de la Guerra Civil española y de la dictadura franquista” que se celebró el pasado 31 de octubre con motivo de la puesta en marcha de la nueva Ley de Memoria Democrática 2023, que revisa y actualiza la Ley de Memoria Histórica de 2007. “Esta Ley permite anular los juicios sumarísimos que se llevaron a cabo durante la dictadura franquista, ofreciendo una oportunidad para reparar el daño causado y rehabilitando la memoria de aquellos que pensaban diferente y defendían sus ideales”.
Hay que velar porque no termine en nuestra generación el recuerdo de esa voluntad férrea que sostuvo en el exilio a tantos españoles, la memoria de los que murieron en campos de concentración franceses y alemanes, o bien de los que cayeron luchando en la Segunda Guerra Mundial con la esperanza nunca perdida de que algún día la democracia volvería a España y podrían desandar el triste camino del exilio. Su recuerdo, el sacrificio de tantos y la esperanza compartida por un futuro mejor ya forman parte de nuestra historia.
Uno de los espacios de memoria más conmovedores es la tumba del poeta Antonio Machado -que murió el 22 de febrero de 1939 en la localidad de Collioure (Francia)- donde los claveles rojos y las banderas republicanas le rinden un permanente homenaje. Cerca de él descansan muchos otros exiliados cuya memoria mantienen viva muchas familias. Agridulce es también el recuerdo del poeta Miguel Hernández, que murió en el Reformatorio de Adultos de Alicante el 17 de marzo de 1942 con su cuerpo marcado por el sufrimiento. Fue enterrado dignamente en Alicante gracias a la solidaridad de amigos y compañeros, como el poeta Vicente Aleixandre, ya que su viuda no disponía de medios económicos. Como el de Antonio Machado, el legado de Miguel Hernández es inmortal.
Los muertos necesitan un espacio donde se les recuerde, se les llore, se les ofrezcan flores, oraciones o canciones. Ese lugar que da consuelo a sus seres queridos y que, al cerrar una etapa, ayuda a seguir adelante. Todavía hoy, en pleno siglo XXI, se estima que hay aproximadamente 114.000 personas no identificadas ni enterradas dignamente, desaparecidas durante la Guerra Civil. España está considerado como uno de los países con más desaparecidos a raíz de una guerra civil y una dictadura posterior.
Es necesario seguir reivindicando la memoria histórica, por la justicia y por la dignidad de quienes fueron víctimas de la represión. Los homenajes póstumos son esenciales para sanar heridas y su valor reside en recordar a quienes ya no están, asegurando que su sacrificio no quede en el olvido.
2 Comments
Un escrit molt ben fet i amb sentiment.Hem de continuar reivindican la memòria de tots aquells que van patir la represió i en molts casos la mort.Gràcies al seu sacrifici gaudim el present.
Joan Albert,
Nebot d’Albert Balagué Martí,que va estar internat a Mathausen durant 4 anys.
Gràcies
Si, efectivament és molt important anar posant noms i cognoms als centeners de milers de víctimes de la repressió, ja fos per afusellament, presó o exili a conseqüència de la mal anomenada “guerra civil espanyola”.
El 8 de maig de l’any passat, el govern espanyol, en funció de l’aplicació de la Llei de Memòria Democràtica, va oferir un acte de reconeixement als milers de víctimes del exili en el nord d’Àfrica, molts del quals van acabar al mig del desert, en camps de treball forçats en la construcció del Transsaharià. Un capítol de la historia contemporània, molt poc conegut. Entre elles estava el meu pare. Jo porto quatre anys intentant reconstruir la vida dels meus pares.
Com diuen en el programa de TV3, posarem llum a la foscor