Tot recordant la Roig
‘Renovació’: un butlletí colomenc on col·laborà Josep Sol
OPINIÓ
PAQUI ARENAS
Mira el reloj con cierto nerviosismo; son casi las cinco de la tarde del lunes. Comienza la preparación para asistir a la clase de gimnasia que imparten en el “casal de gent gran del barrio”. Aunque el casal está cerca de casa, una hora no se la quita nadie. ¡Cómo pasa el tiempo! Cuando comenzó con esta rutina, hace ya mas de 15 años, en 10 minutos pegaba un salto del sofá y se ponía en clase. Ahora, entre que se ajusta las mallas, se ata las bambas, abotona la chaqueta, agarra el taca taca, cierra la puerta y acierta en colocarse dentro del ascensor, prácticamente ha consumido más de la mitad del tiempo previsto para llegar.
En el trayecto la realidad es abrumadora. Los huesos duelen y a veces, confiesa, hace trampa y se para, la respiración no es ágil. Las molestias y los achaques no pueden con la alegría que siente cuando entra por la puerta del casal y ve a sus amigas. La cara se le ilumina y tras el saludo y correspondiente aparcado del taca taca, se integra a la rueda de calentamiento que le es familiar después de tantos años de práctica.
–“Me lo paso estupendamente. –Me dice María– Somos cuatro amigas que comenzamos juntas y dos ya estamos viudas. Si no fuera por el casal no nos veríamos tan seguido. Nos gusta venir, no sólo por vernos sino también por hacer ejercicio porque ya no podemos movernos mucho. –Una media sonrisa se le escapa y con sorna– El año que viene nos apuntaremos a gimnasia en silla que es otra forma mas sencilla de hacer ejercicio adecuado para las personas que ya tienen una edad ( yo tengo 84) y con problemas de movilidad, ¡casi nada!
–También venimos cuando hacen teatro –continúa María, orgullosa de enseñarme las instalaciones. Se ríe, pícara– y cuando celebramos alguna fiesta donde bailamos. Mi amiga Felisa hace musicoterapia, Tere, castañuelas y Eli canta en la coral y además es voluntaria aquí, en el casal, para ayudar en la coordinación y prestar apoyo a otras compañeras en las dudas y problemas que pudieran tener.
María se queda pensativa y me mira fijamente:
–Me gustaría que los hombres participaran y compartieran más actividades con nosotras pero todavía les cuesta venir. Sembla un casal de dones!
Poco se dice de cómo actúan los casales que dependen de los ayuntamientos y lo mucho que inciden en la cohesión social del barrio. Poco se habla de las distintas actividades y servicios que se ofrecen a los pensionistas. Desde gimnasia, teatro, clases de idiomas, de informática, de cómo moverse por internet, del manejo del móvil, de cómo hacer papeleos, de bailes, de cocina, salud e higiene, fotografía. Se montan conferencias, excursiones, tienen servicio de cafetería y últimamente se han erigido como refugios climáticos. Pero sobre todo, quizá, el servicio más representativo es la empatía total y atención en ciertas soledades, y desconexiones emocionales en la “gent gran”.
Poco se dice y poco saben los vecinos de lo mucho que se cuece en estos centros porque solo adquieren relevancia cuando nos jubilamos. Los centros son conscientes de esta realidad por lo que desde hace algún tiempo dedican una jornada para publicitar en el entorno su existencia y poner en valor su valiosa aportación social, valga la redundancia. Esta jornada viene a ser como un día de puertas abiertas donde no se escatiman esfuerzos para llamar la atención de la vecindad y explicar todo lo que se cuece.
Atrás queda aquel sentir popular de que estos centros eran sinónimo de vejez. Pasaban por lugares donde se reunían cuatro abuelos a jugar la partida y a hacer punto. Atrás queda ya el sentir que algunos tenían de que era lugar de viejos donde se aparcaba en lugar de taca tacas, la vida. Pocos se atrevían a explorar y atravesar el umbral y los valientes conseguían jugar a cartas o hacer labores. Ya nada tiene que ver con antaño ni con esos prejuicios y el esfuerzo realizado para adaptarse a las necesidades actuales dotan de un valor añadido al ocio con el bienestar.
Cada vez más se tiende a mejorar los centros de “gent gran”, ofertando una calidad de actividades para todos los gustos y facultades y por supuesto sin ánimo de lucro a las que pueden acceder todas las clases sociales. Es bueno reconocer la importancia de su labor y un orgullo constatar que parte de nuestros impuestos van a parar a mejorar la vida de las personas mayores que de otra forma no podrían acceder ni tan sólo aspirar a esos servicios de ocio y calidad de vida ya que la pensión no lo permite. El ocio que nos da la cualidad de tranquilidad es caro y para la gran mayoría conllevaría no tener acceso a la cultura ni al bienestar.
Por otra parte, estos centros son un revulsivo social del barrio. A través de ellos se impulsa el conocimiento de derechos, focalizando las distintas reivindicaciones como es la de las pensiones dignas, la del reconocimiento de la dependencia con menos burocracia, la de formación en el campo informático, en el que también se está dando otra clase de exclusión social por ignorancia y no poder realizar gestiones con bancos o con el sistema sanitario. Y por descontado, perdura en el tiempo la exigencia de políticas rigurosas y con una planificación a largo plazo para coronar la esperanza del colectivo de poder tener acceso a una plaza en una residencia pública.
1 Comment
Yo voy a un CASAL y puedo decir que estoy afín con lo escrito por Paqui
En mi Casal pasan lista en todas las actividades que se hacen EN FORMA, MANUALIDADES ETC. INGLÉS.
La asistencia es obligatoria y a pesar de que las faltas son abundantes por DOLOR, MÉDICOS ETC. somos expulsadas a la tercera falta sin justificar
Curioso ya que siempre hay varias que faltan por dolencias poco graves